Esta obra (pronta a terminarse), es el edificio tecnológico CITEDUC, situado en el Campus San Joaquín de la Universidad Católica de Chile (proyecto MECESUP 2003-2005). Siendo uno de sus autores el arquitecto Alejandro Aravena.
No voy a hacer un análisis, porque aún no se concluye la obra y por tanto no he podido recorrerla en su interior. Por esto, esta entrada apunta solo a una observación de su exterior, muy puntual.
Lo que pasa es que hace algún tiempo he estado reflexionando en torno al tema del “muro cortina” (esa estructura de acero, aluminio y vidrio que hace de fachada en los edificios “modernos”) y como se le puede ir dando propiedades más “plásticas”, que lo lleven a constituirse en algo más efectivo y funcional que simple cerramiento reflejante. Se trata de entender esta envolvente como un cuerpo que debe responder directamente a las dinámicas físicas del entorno (luz, viento). Algo así como lo haría un “fuselaje”(1).
Bueno, entre las posibles cualidades y juegos que puede tener este “muro cortina”, está el de ser capaz de independizarse y separarse del cuerpo del edificio (dejar de seguir la verticalidad ortogonal de un edificio cubo), de forma de poder volcarse con mayor libertad a interactuar físicamente con el medio. Y me parece que este es un ejemplo de ese juego de separación o mejor dicho “dislocación”, entre la masa del edificio y su cerramiento vidriado (por supuesto que no es el único, hay otros ejemplos que más adelante comentaré).
Lo interesante aquí es que esta envolvente es capaz de separarse de la estructura o masa del edificio, para envolverlo nuevamente. Se trata de un edificio dentro de otro edificio.
Este juego nos abre a repensar tanto el muro cortina mismo (como edificio externo), como el vacío interior que se forma (espacio entre la jaula y la masa del edificio interior).
Para el primero, el discurso se debe orientar a las leyes que generen una nueva plástica (independiente del soporte del edificio interior cubo). Para el segundo, el discurso se debe avocar a la habitabilidad climatizada de ese vacío interior.
Esto ya lo habíamos analizado antes con la
Hospedería del Errante y la Sede de la Escuela de Arquitectura de Isla Teja. Aquí, parece ser que se trata de un ejemplo que se situaría en el punto medio entre los dos anteriores ejemplos. Pero eso aún no es posible asegurar. Por cuanto, el edificio aún no es operativo y no podemos saber como se comporta en su clima interior. Pero por fuera, el edificio externo, es claramente orientado a una ley plástica que canta la formalidad no del cubo, sino de “lo cúbico” (2).
En los tiempos que corren, hay quienes ven el solo “plasticismo estético”, sin un trasfondo funcional, como un “capricho de arquitecto” poco práctico (no lo refiero a esta obra por cuanto no la he estudiado en profundidad) pero otros pueden ver este tipo de exploración como algo así. Pienso que ese prejuicio no se aplica al concepto de “los fuselajes”. Por cuanto, la funcionalidad en el aprovechamiento de las energías que logran, fundamentan de sobremanera toda posible experimentación en la forma. Y en el caso particular de este interesante edificio, forma exterior y vació habitable, pueden ser conceptos que sumados debieran aspirar a constituirse en un “cuerpo fuselado”. Si así fuera, podría aspirar a ser aquel punto de encuentro entre una ley plástica formal, y una habitabilidad eficaz. Es decir la confluencia entre la belleza y la funcionalidad.
Aquí, lo que vemos es que el volumen interno no se ve claramente. No se perfila. Como que el volumen interno del edificio se difumina. Se expande, (dilata) dentro de la jaula de cristal.
Ver set de imágenes del Citeduc.Notas:
(1)Tal como lo explica Manuel Casanueva en su “Tesis del arquitecto orfebre”.
(2)Ibidem.