Promesas = palabras.
Hace poco el alcalde de Santiago hizo una exposición sobre una serie de proyectos (13) para revitalizar el centro de la ciudad, en vista de la celebración del Bicentenario. El anuncio, recogido por muchos medios, además salió en Plataforma Urbana, donde dejé un comentario. Mi opinión, desencantada y escéptica, cayó mal. Se me tildó de corto de vista, poco creativo (¿un insulto entre arquitectos?) y desinformado. No se si mis palabras afectaron la sensibilidad de simpatizantes políticos o realmente quebró la justa fé que merecen todas las buenas ideas. No lo voy a repetir. Solo decir que lo sostengo. No por que tenga derecho a dar mi opinión en un espacio ofrecido a ello. O por que me caiga bien o mal tal político. Sino por que lo que quiero decir es algo válido: que los actos humanos deben ser celebrados cuando se ven, cuando se hacen. Y no cuando se enuncian o cuando solo se oyen.
Tener ideas es bueno. Anunciarlas es muy bueno. Pero hacerlas algo concreto, es lo que distingue a un buen político, de uno malo. A un buen genio, de uno malo. A un emprendedor, de un estafador. A la fantasía, de la realidad.