Memorial de las mujeres víctimas de represión política.

Hace tiempo que no "salía a terreno", para reflexionar sobre alguna obra reciente. Así que hoy he ido a ver el "Monumento Mujeres en la Memoria" (memorial de las mujeres víctimas de la represión política). Obra de los arquitectos Emilio Marín y Nicolás Norero, inaugurada hace unos días, en la plaza los Héroes (ubicada sobre una estación del metro, al medio de una céntrica avenida de la capital).

Curiosamente confluyen aquí dos temas que referí, en algún momento, en este blog. Ver:
- Testimonio (tortura a las mujeres durante la dictadura).
- Estación del Metro los Héroes (capítulo 5 del ensayo "Seis miradas a las estaciones del Metro").


Memorial frente.


Memorial vista posterior


Memorial vista plaza los Héroes





Esta obra, además de dar homenaje a las victimas de la dictadura, intenta rescatar un espacio residual en abandono, dentro de la ciudad. Y digo intenta ya que, seguro que debido a los bajos fondos asignados, no se hizo un completo trabajo de reparación del deteriorado espacio de la plaza.


Al recorrer el memorial (días después de inaugurado, y sin ningún tipo de aseo), me quedó rondando el hecho de que no existiera ningún texto o señal que identificara la obra, como dedicada a ser "el memorial de las mujeres víctimas de la represión política".
Si bien, la obra proyecta un sentido fúnebre, por la placa-base y los monolitos negros, su abstraccionismo no da más señas para el visitante no enterado. Esto no es un defecto, ni mucho menos, sino que es interesante para reflexionar, por ser el clásico tema de los significados, los símbolos y el comunicar en la Arquitectura.
Tema denso, este... pero del que solo comentaré las ideas a flor de labios, que se me vinieron mientras recorría este memorial.
¿Es necesario que un referente arquitectónico como este, tenga una identificación, ya sea una leyenda, un texto explicativo o a lo menos, un cartel con su nombre...?

Veamos. Recuerdo que en la Ciudad Abierta de Ritoque, supe de un lugar muy tradicional, donde se acostumbraban realizar reuniones multitudinarias. Este lugar se llamaba "Ágora del Fuego".
Se trataba de una gran depresión o concavidad muy profunda, que se formaba entre el agrupamiento de varias dunas de arena, que hay en Ritoque y que simulaba una especie de anfiteatro natural. Pero no había construcciones, ni monolitos, ni letreros, ni textos, ni nada. Solo arena.
Sin embargo, todos sabíamos que se llamaba "Ágora del Fuego", que era un lugar de reunión multitudinario y que era tradicional de la Ciudad Abierta, desde hace mucho tiempo. Sabíamos que allí se habían realizado tal o cual acto importante..., en memoria de..., para la fiesta de..., y que estaba registrado en los anales de la escuela..., con fotos en tal revista..., en tal archivo..., etc, etc. Toda una historia.
¿Y como lo sabíamos? Pues por tradición oral. Los alumnos mayores nos contaban... y nosotros le trasmitíamos a los más novatos. Así, el "Ágora del Fuego" no necesitaba de un letrero, ni textos enterrados en la arena. Una fuerte tradición de grupo social se encargaba de manejar historias y actos que identificaban el lugar. Que identificaban el sentido y el uso que se le daba.

Si un memorial debe comunicar su sentido más directamente o no, tal vez, dependerá no solo de la obra, sino de como queremos "administrar socialmente" la obra.
¿Es solo para nuestros actos íntimos? ¿Es para comunicar a otros visitantes? ¿Quien contará la historia del memorial?
Pues, a la larga, si se trata de algo tan importante, que mejor que la historia quede escrita en piedra, para así decirle al caminante despreocupado: "si no lo sabes, entérate... y si lo sabes, no lo olvides".