Visitas Inesperadas...

Cuando me quejaba de una supuesta soledad. Y de no haber encontrado muchos blog de Arquitectura, en lo que había navegado... Me sorprenden dos gratas visitas en mi blog: gira_luna y Susana Aparicio.

¿Y como caí en la cuenta de su presencia inesperada y fugaz?
Fue como entrar a la casa oscura de uno, repentinamente. Sonidos de carreras. Voces y cuchicheos. Risas huidizas desde cada cuarto, me sobresaltaban en medio de la penumbra y el desconcierto. Inspeccioné cada rincón del blog, pero no di con nadie. Sin embargo, huellas desconocidas, sombras que desaparecían y un extraño perfume que flotaba inundándolo todo, me indicaba que no hacía mucho habían pasado por allí, en una carrera, que más tenía del juego de las escondidas, que de huida culpable.
Es más. Había claros indicios de que estuvieron curioseando entre mis cosas. Leyendo mis cartas, revisando mis fotos. Como niñas inquietas revolviéndolo todo con sus pequeñas manos. La furia me inundó. ¡Ya verán en cuanto las sorprenda...! Una buena reprimenda... ¡Si señor! Y que su padres me paguen cualquier destrozo causado.
Y fue en ese momento en que encontré el primer regalo. Cuidadosamente colocado a los pies de uno de mis post. Una lista de vínculos con bitácoras de personas con interés en la Arquitectura. Susana había resuelto una de mis recientes quejas, con ese sencillo gesto. Horas y horas de navegación que nada me habían reportado, y que solo me dejaban un sabor amargo de frustración, habían sido alegremente remplazadas por la posibilidad de nuevos contactos y amigos. Bueno, debo reconocer, que no me lo esperaba. Pero ¿es que debo olvidar la violación de morada, el leer mi correspondencia privada y el que me tomaran el pelo, como en el juego de la gallinita ciega, solo por la retribución de una lista de contactos?
La verdad es que harto bien me hace... Pues, mmm, no lo sé.
Y mientras bajo la cabeza meditando el asunto, veo que estoy parado sobre el segundo regalo. Esta vez firmado por gira_luna. Recorro lentamente con la mirada un largo poema que se extendía por el suelo de mi post en Ciudad Natural. Y que como un sendero, serpenteaba por las calles de santiago hasta los pies de la estatua de Baquedano. El solo recorrerlo apagó cualquier recuerdo de mi pasada molestia, mis discursos de reprimenda y mis exigencias de reparaciones penales, quedando en su lugar, solo un sentimiento alegre de agradecimiento hacia tan sensibles y amables ocurrencias. Además, del secreto deseo de regresar a esos juegos de sorpresa, a esas carreras fugaces, a esas risas en la oscuridad.