Al regreso...
Los ruidos del viento y los rieles en el túnel del metro se mezclan con los del sistema de aire al interior del vagón. Es casi un tronar. A mi alrededor se apiñan diferentes personas. Pero solo tengo conciencia de las que están al frente. Sobretodo aquellas más próximas a la puerta. De las que están a mi espalda no siento su presencia. No me incomodan, aunque de vez en cuando siento el rozar de algún bolso o cartera contra mis piernas. Durante el trayecto los minutos pasan lentamente, así que me dedico a observar los rostros de los pasajeros. Mi mirada va posándose en sus caras. Todas son distintas, pero con la curiosa constante de ser inexpresivas. Como vacías. Así, hasta que mis ojos se detienen en un rostro de un sujeto a mitad del vagón. Sus rasgos son delgados y duros y su mirada es intimidante. Mira fijamente a una mujer que está a su lado pero de espaldas a mi. Ella lleva un moño en el pelo y aunque no veo sus ojos, por la inclinación de su cabeza adivino que su mirada se mantiene cabizbaja, sin atreverse a sostener la de él. Pareciera que habla, pero solo lo puedo suponer por la expresión de total atención en el rostro del sujeto. Por momentos parece que el hombre articula alguna palabra, pero sus labios casi no se mueven. Solo se oye el retumbar incesante del túnel, lo que acentúa una tensión, que los envuelve lentamente . La escena la he visto antes. Casi siempre como preludio de una discusión. Miro a la mujer y su figura se ve tan sumisa, tan subyugada. Me pregunto si está llorando. No puedo verlo pues ella sigue de espaldas, pero la inclinación de cabeza es tan acentuada que podría apostarlo. En los rostros de los demás que están a su alrededor no puedo leer nada. Parecen neutros y mirando en todas direcciones, pero sin prestar atención a la pareja. Eso hace que no pueda evitar seguir concentrarme en los dos. Veo que él la sostiene del brazo, pero no con fuerza. Sin embargo, su mirar parece ir apretándose cada vez más, contra la frente de ella.
De repente, ella gira la cabeza y la apoya sobre el pecho de su compañero, mientras éste cierra los ojos y levanta la barbilla en un ademán protector.
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