No me arrepiento de votar...
Mientras revisaba algunos blogs, di con la foto de un orgulloso pulgar morado. Un desafiante ya, lo hice, y qué... me hizo pensar en esa vez, hace muchos años, cuando me inscribí en los registros electorales.
Eso fue cuando se abrieron los registros para las elecciones del 89. Estaba en 4º medio, pero ya había cumplido los 18 años. Y en cuanto pude corrí a la oficina de mi zona. Tenía 18 años desde el año anterior, para el plebiscito del 88. Lamentablemente la ley establecía que solo podían votar los que tuvieran 18 años desde tal mes, lo que no se cumplía en mi caso. Así que perdí, la oportunidad de estampar un rotundo NO a la Dictadura (en ese entonces, cada acción del régimen olía a intento de fraude... Y ciertamente este no gozaba de mucha popularidad entre los jóvenes). En fin, hube de esperar. El asunto es que, más que una novedad o un juego, para mi el votar significaba en ese momento ( y ahora) la diferencia entre lo que es una Democracia y lo que había vivido hasta entonces: una Dictadura.
No me gustó la Dictadura. La mediocridad, las amenazas y la violencia de la policía secreta, eran el pan diario del acontecer. Todos los años Chile era condenado en la ONU. Todos los meses, había protestas, había arrestos, había censura. En los peores momentos hubo Estado de sitio. Con toques de queda a las 2 de la tarde, y columnas de militares patrullando por las calles. En las noches había infernales tiroteos. Igual como una guerra. Estruendosos como cañonazos, eran tan seguidos y prolongados que los grabábamos en casettes para compartirlos con los amigos.
A la mañana siguiente tomabas tu desayuno escuchando por la radio las listas de muertos (la peor semana llegaron a ser 12) y las de detenidos (informando todos los datos posibles, como una forma de dar fe que esas personas existían, ante el peligro de ser desaparecidas).
Al salir, las calles estaban llenas de ceniza. No era raro encontrar ventanas con agujeros y locales saqueados. Y por supuesto al caminar por la vereda hacia el colegio, arrimado a un poste o tras un árbol, te encontrabas con un soldado con metralleta y la cara pintada.
Por eso no me arrepiento de votar.
Voto por gobiernos mas justos y democráticos. Imperfectos, si. A veces desilusionantes. A veces débiles.
Pero nunca sanguinarios.
Eso fue cuando se abrieron los registros para las elecciones del 89. Estaba en 4º medio, pero ya había cumplido los 18 años. Y en cuanto pude corrí a la oficina de mi zona. Tenía 18 años desde el año anterior, para el plebiscito del 88. Lamentablemente la ley establecía que solo podían votar los que tuvieran 18 años desde tal mes, lo que no se cumplía en mi caso. Así que perdí, la oportunidad de estampar un rotundo NO a la Dictadura (en ese entonces, cada acción del régimen olía a intento de fraude... Y ciertamente este no gozaba de mucha popularidad entre los jóvenes). En fin, hube de esperar. El asunto es que, más que una novedad o un juego, para mi el votar significaba en ese momento ( y ahora) la diferencia entre lo que es una Democracia y lo que había vivido hasta entonces: una Dictadura.
No me gustó la Dictadura. La mediocridad, las amenazas y la violencia de la policía secreta, eran el pan diario del acontecer. Todos los años Chile era condenado en la ONU. Todos los meses, había protestas, había arrestos, había censura. En los peores momentos hubo Estado de sitio. Con toques de queda a las 2 de la tarde, y columnas de militares patrullando por las calles. En las noches había infernales tiroteos. Igual como una guerra. Estruendosos como cañonazos, eran tan seguidos y prolongados que los grabábamos en casettes para compartirlos con los amigos.
A la mañana siguiente tomabas tu desayuno escuchando por la radio las listas de muertos (la peor semana llegaron a ser 12) y las de detenidos (informando todos los datos posibles, como una forma de dar fe que esas personas existían, ante el peligro de ser desaparecidas).
Al salir, las calles estaban llenas de ceniza. No era raro encontrar ventanas con agujeros y locales saqueados. Y por supuesto al caminar por la vereda hacia el colegio, arrimado a un poste o tras un árbol, te encontrabas con un soldado con metralleta y la cara pintada.
Por eso no me arrepiento de votar.
Voto por gobiernos mas justos y democráticos. Imperfectos, si. A veces desilusionantes. A veces débiles.
Pero nunca sanguinarios.
1 Comentarios:
Hola hijo:
Estoy sorprendido, y muy orgulloso por cierto. Tienes un muy claro recuerdo de nuestro pasado proximo. Lamentablemente, no siempre pude estar a tu lado para ayudarte a sobrellevar tus naturales temores de adolescente. Pero bueno, eso ya forma parte de acervo, y como sabemos, lo que no nos mata, nos fortalece. Un abrazo y mi cariño de siempre. Tu predecesor.
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